Sexo después de clase
SEXO DESPUES DE CLASES
A veces no siempre puedes tener sexo por que si alguien se entera podría peligrar tu relación y dejar de tenerla… Como ocurre en situaciones como la siguiente: Después de clase follábamos en mi cama con las persianas bajadas.
Caminábamos en direcciones separadas, nos reuníamos a la vuelta de la esquina, para que nuestros amigos no lo supieran, y yo la dejaba entrar por la puerta trasera cuando no había nadie más en casa. Siempre estaba callada mientras la conducía por las escaleras, y mientras nos desnudábamos en la oscuridad casi no hablábamos en absoluto. La besaba durante horas, tomándome mi tiempo con todo, y ella suspiraba mientras se retorcía en mi regazo respirando en mi boca entre mordiscos en la barbilla.
Pasé la mayor parte del tiempo entre sus piernas, besando sus muslos y lamiendo su coño una y otra vez. Me encantaba sentirla crecer húmeda de mis dedos y lengua, y me encantaba ver cómo sus labios se hinchaban y cambiaban de color. Me apretaba los muslos mientras me la follaba así, y no me dejaba moverme hasta que había venido al menos una vez.
Cuando follábamos siempre era lo mismo. Su timidez desapareció después del primer orgasmo y me empujaba a la cama con una sonrisa. Ella se subía encima de mí, miraba alrededor de la habitación, buscando algo para poner en mi cabeza. Podía sentir cómo se burlaba de mí antes de decir una palabra, pero una vez que finalmente me enterró en su coño, supe que vendría.
«Podría abrir las persianas», susurró, empezando a moverse.
«Por favor, no lo hagas», me quejaba, sabiendo lo que iba a pasar.
«Saldré por la puerta principal, mi vestido se me caerá de los hombros con una sonrisa para sus vecinos», arrulló.
«No», me quejé, tratando de cogérmela más rápido para poder venir antes de que terminara.
«No puedes resistirte, ¿verdad?» susurró, inclinándose hacia mi oído con un beso. Me sacó la polla de su coño mojado y me sostuvo contra su piel. «Aunque te amenace cada vez, no te detendrás, ¿verdad? Aunque todo lo que tengo que hacer es besarte en el pasillo y todo habrá terminado».
«No», murmuré, intentando que volviera a mí.
«¿Las fotos te molestan?» Preguntó ella, girando mi cabeza hacia la mesita de noche y obligándome a mirar. Abrí los ojos justo cuando ella empezó a cogerme una vez más y ya estaba temblando. «¿Le molestan las fotos de su esposa? ¿O te gusta follarte a mi preciosa putita mientras ella mira? ¿Te gusta follarme aquí en tu cama sin que ella se entere?»
«No te detengas», susurré finalmente, acercándome con cada palabra. Odiándome y odiando mi situación, pero nunca odiándola. Ni siquiera acercándose.
«Ven por mí», susurró finalmente, balanceando sus caderas en el ángulo justo para que yo lo sintiera todo. «Ven dentro de mí, para que mañana en clase te acuerdes. Cada vez que abra mis piernas recordarás que me jodiste y que no hay nada que puedas hacer para que no sea verdad».
«Sí», grité, bajándola a un beso mientras la llenaba una vez más. Mientras llenaba su coño perfecto por última vez, prometiéndome en medio de mi liberación que estaba hecho. Que la dejaría ir. Que no volvería a pasar.
«Te veré mañana Sr. K.», bromeó, poniéndose la ropa en el cuarto oscuro.
«Sal por la puerta de atrás», murmuré mientras ella se dirigía hacia el pasillo.
«Lo pensaré», gritó ella, mi polla temblando una vez más.
